jueves, 20 de junio de 2013

La tercera carta

La tercera carta decía algo así:
Los despropósitos, los actos sin eco, los gestos anónimos. Todo aquello cuya voluntad caduca antes de llegar a cualquier objetivo, o mejor cuya voluntad está en el trayecto y no en el arribo. Todo aquello es mi motor, mi razón, mi gusto, mi argumento. 
La belleza de los actos efímeros y minúsculos. La estética de lo fugaz y lo caprichoso. Dejar de añorar glorias futuras, laureles y trofeos, el título, la cima... el triunfo. 
¿Para qué?  
Ya hay tanto aquí y ahora, y se va tan rápido. Yo quiero esto, esto que se va, pero que no se acaba nunca. 

El correo postal francés destruye todo aquello que sin tener un remitente y habiéndose perdido y no sea un documento oficial o un cheque. Mis pobres cartas perdidas ¿a dónde habrán ido a parar?
A veces me las imagino suertudas, cayendo en las manos de algún cartero -que deshonrando el hábito francés de no hablar ninguna otra lengua- lee muy bien el español. Y lo imagino a él, imaginándome a mi, la prisa de mis dedos, la ansiedad de la palma, el pulso que trata de no forzar el error inminente. Ese cartero imaginario, imaginandose todas esas cosas bonitas que tiene la escritura. La escritura sobre papel, digo. 
Pero que va!
Yo aunque me cueste mucho, logro ser realista y las sé rasgadas, trituradas, hechas tiritas. Ese es el destino de las cartas de amor anónimas, y es por eso amiguitos que no se deben escribir tales cosas, mejor, enviar tales cosas. 

lunes, 17 de junio de 2013

Estúpidas cartas de amor...

Como dije esas cartas, de puño y letra se perdieron. Una verdadera pena, pero más pena aún si hubieran llegado. Si así hubiese sido, en estos momentos yo estaría pagando escondederos a peso, y es que amiguitos, no le escribamos cartas de amor a desconocidos, o bien escribámoslas pero no intentemos entregarlas, por caridad, no nos hagamos ese mal. Invirtamos todo ese rídiculo en empresas más altruistas, como, hacer reír a ese pobre amargado que no le encuentra sentido a la carcajada, como, demostrarle a ese pesimista que por más que el crea estar mal, siempre se puede estar peor.

Yo en todo caso, y porque es uno de mis hábitos más preciados, no escuche mis propios consejos y las escribí y (oh helas!) trate de enviarlas, pero quiso la buena Providencia, salvarme de un descalabro atroz y las cartitas se perdieron, gracias a Dios!

Sin embargo y para que constaten ustedes lo disparatado de mi empeño, registro aquí algunos fragmentos de estas cartas.
(Amiguitos... no hagan esto en sus casas, es altamente ridículo y sin sentido.)

La primera carta empezaba con algo así:

"Siempre quise enamorar a alguien a punta de cartas de amor. Tomar a un perfecto desconocido, del que debía al menos conocer ciertas cosas básicas: Sus ojos, su voz, su aire, y su dirección por supuesto."
En la segunda, me ponía la tarea de responder preguntas, que asumía yo, mi destinatario se estaba haciendo (cosa que por supuesto, no ocurría)

"¿Cómo soy? Soy un punto negro, minúsculo, redondo, negro. ¿Por qué te escribo? En una película bastante particular ("Holy Motors" de Leos Carax), cuando a un personaje le preguntan porqué realiza tal o cual acción disparatada éste responde "Por la belleza del gesto", porque imagino muy feliz la suerte de recibir una carta de amor, de ser querido porque si, sin ninguna espectativa o demanda, porque no me quiero atorar, en ultimas te escribo porque quiero provocarte, depronto, una sonrisa, no más. ¿Por qué me gustas? Porque miras de frente, sonríes y tienes un aire ligero y tranquilo..."
La tercera carta dejemosla en el tintero, que no os quiero aburrir, queridos míos... (Pero ¡la tercera era mi preferida!)


sábado, 15 de junio de 2013

Linealidad



La historia es simple. A una chica A le gusta un chico B. A  pudo haberse acercado a B y decir, ¿tomamos un café?

                                     
B pudo responder, si


O, B pudo haber dicho: no, gracias. En cuyo caso:



En cualquiera de los dos casos, para este momento A ya sabría qué desenlace tendría la historia, y el relato sería breve, como vimos. Pudo haber sido que,
Idealmente, AB o,
A = B, una bonita amistad o
A + B, una de esas cosas que tienen un resultado inesperado, o fatídicamente
A - B o, aún peor:
B - A  y qué me dicen si
A / B y nos ponemos todos a llorar, o
A x B y ahí sí que Dios nos ayude!
Sin embargo, lo que tenemos es que esta chica A tiene ciertos inconvenientes con la linealidad, entonces lo que A, hace es:


A A le parece más pertinente enviarle cartas de amor anónimas que hablarle directamente. A no considera, por ejemplo, que sea meritorio acercarse a B, todo lo contrario A cree que sería una torpeza de su parte, porque A cree intuir que B no siente ningún interés hacía ella y que aparte B siente cierta molestia frente a su presencia. Ustedes, desde luego, pensarán que a) la chica es muy tímida, b) A es una loca paranoica, c) tiene miedo. El primer caso no es acertado, A puede entablar conversaciones con otras personas sin mayor dificultad (aparentemente). Segundo, si, de alguna forma podríamos afirmar que A tiene un problema de egocentrismo acentuado (estos textos son prueba de ello). Y tercero, absolutamente, nuestra pobre A preferirá tirarse a los rieles del metro con tal de no entablar una conversación normal con B.

Así que como decíamos A prefiere enviar cartas de amor, en las que no firma, en las que habla de ella sin decir lo evidente, en las que dice mejor, lo más auténtico pero lo que no revela sino a los amigos de siempre. Y envía no una, sino tres cartas. Tres cartas con su caligrafía preciosista, tres cartas en las que de puño y letra pretende transmutar vida y sentimiento sobre una hoja de papel, tres cartas que escribe en medio de un delirio absurdo porque apenas si conoce a B (lo cierto es que a A le gusta mucho B). Pasa, en todo caso, que las cartas se pierden, por azar o por torpeza más bien. A pudo haberlas reenviado, pero ve en ese extravío una señal, un signo claro de que toda esa empresa está perdida, de que B es completamente inalcanzable y de que lo mejor es que se olvide de él. Piensa que muy seguramente



Y que incluso,
BC
Entonces trata de olvidarlo, pero pasa lo contrario. Empieza a verlo más seguido, voluntaria o involuntariamente, y cada vez que lo ve el gusto se incrementa, y en la misma medida que éste aumenta la distancia se hace más grande,


o...

Y ahora mismo A sabe que la solución es,


Hasta aquí va la historia, no es tan simple, ni tal lineal y ni siquiera parece tener un final, pero ameritaba contarla...


jueves, 13 de junio de 2013

Mi elección: Un relato épico.

Los relatos épicos contienen siempre una gesta heroica, un gran desafío se le presenta al protagonista, éste debe enfrentarlo inminentemente, no puede de ninguna forma evadirlo o ignorarlo. Por lo general esta empresa conlleva un viaje, un largo camino lleno de obstáculos, que bien pueden significar la muerte – Perseo se enfrenta a la Medusa a riesgo de ser petrificado-, o que bien pueden significar la resignación y el estancamiento – Ulises encuentra a Calipso y seducido por sus encantos se queda en Ogigia siete años -. No solo encuentra obstáculos, también amigos, Sanchos, Mercurios, hadas, brujas complices, el favor de unos y de otros, milagros y azares inesperados.
En las historias clásicas, el héroe solía ser un hombre armado de nobleza y buena voluntad, gallardía creo que se le dice, la literatura de hoy nos trae más bien eso que se llama anti-héroe, gentes sin norte, pobres almas perdidas, tramposos y peligrosos, que al final –al final de un largo trayecto de redención- revelan su secreta magnanimidad, puede claro, que la revelen durante todo el relato y en pequeñas dosis que nos hablen de su humanidad. Y es que los protagonistas modernos, no son hijos de dioses, ni ahijados siquiera, los modernos están chiflados y emprenden gestas imaginarias, los modernos revelan su humanidad sin tanta trascendencia y en medio de la maldad y el desatino -Juan Pablo Castell asesina a María Iribarne de puro amor-,  en medio de lo grotesco también -García Madero recibe un “guaguis” de una mesera en la parte trasera de una cafetería-, en medio de lo absurdo –Florentino Ariza espera toda una vida a su primer amor-, en medio de la desazón y el aburrimiento – Emma Bovary camino de la catástrofe total- y en medio de la nada, del total abrupto – la madre de un hombre (Mersault) muere y este no puede precisar cuándo, Joseph K es arrestado sin razón alguna, Bartleby se niega a realizar cualquier acción, solo porque “prefiere no hacerlo”-.
Quizá a causa de la humanidad de los héroes modernos sus proezas no nos parezcan tan remarcables. Sin damisela en apuros, sin batallas de años, lo épico parece diluirse, la nueva aventura se nos muestra oscura, algo nos indica que al final no todo será flores y laureles, como en las historias clásicas o medievales, algo nos presenta la paradoja, el viaje es introspección, pero sigue estando presente, los elementos no varían tanto como podemos llegar a pensar, hay un giro y puede que todo parezca mucho más trágico, pero en realidad, hay mucho más humor, y también hay triunfos, no los que esperábamos, no, son más bien ironías, sarcasmos.
El relato épico cuenta siempre con una o varias historias de amor, estás son la fuente de inspiración, pero también la fuente de las desgracias, el amor distrae al pobre héroe, lo tortura y lo engaña, lo somete a una ceguera tonta. El amor es motivo y obstáculo. Este relato, por supuesto es prueba de ello.

De fragmento en fragmento mi relato será completo, no le faltarán héroes, viajes, amigos, milagros, desatinos, absurdos, desazones, despropósitos, paradojas, historias de amor y más tonteras. Una vez más bienvenidos.

miércoles, 12 de junio de 2013

No somos nadie, on va tous mourir... Bienvenidos.

No somos Nadie.

Efectivamente señores y señoras, no somos nadie.
¿Ha usted alguna vez enunciado esta frase emblemática (emblemática digo, para todo aquel que siente que no participa formalmente del proyecto divino de la creación) después de referirse a algún personaje de estos que posee todos los dones de la naturaleza?  
Bueno, pues si usted la ha enunciado digamos tres veces en el año, yo la he pronunciado la misma cantidad de veces, pero por día. Esta es mi frase insignia. Cuando cualquier cosa terrible me ocurre la digo, pero es que lo terrible para mi es una constante que empieza desde el primer vistazo a mi reflejo en el espejo, que continua cuando torpemente derramo gotas del café de la mañana en mi blusa blanca, cuando veo que perdí la mañana al frente de la pantalla del computador, buscando respuesta a preguntas que nunca me he planteado realmente, cuando en las noches leo, y me doy cuenta que esto de escribir es para los que de verdad escriben, (se sientan, garabatean, teclean, borran, corrigen, arriesgan, enfrentan) para los que crean, para los que apuestan, los que a punta de acciones y gestos y gestas, son alguien.
Cuando esto ocurre yo digo: No somos nadie.
Un día de tanto repetirla, me di cuenta que la frase afirma exactamente lo contrario de lo que –pensamos- quiere decir. Y si, descubrí el agua tibia. Decir que no somos nadie, es afirmar que somos alguien. ¿Quién? Averigüémoslo. O bien, démonos un gusto y seamos todos, que se puede, claro que se puede. Así que empecemos con los gestos y los riesgos. Creamos, creemos.

On va tous mourir

Y debe hacerse porque -y aquí viene mi segunda frase estrella- “on va tous mourir”. Pase lo que pase, con dichas o con penas, es inevitable, vamos a morir, todos, toditos, todos. Y no es macabra la frase, es consuelo y es motivo, si de todas formas vamos a morir y es algo invariable ¿qué nos impide transformar lo que sí se puede variar? A parte de la inminencia de la muerte, el resto es una opción. Incluso morir es una opción, pero si la dicha también lo es, porque no elegirla? La vida es una y filtros hay muchos. Hay una película de Woody Allen “Melinda y Melinda” en la que se propone contar la misma historia, una con la mirada de un director de tragedias y otra con la perspectiva de un director de comedias, mientras las dos historias se van desarrollando, nos damos cuenta de que las diferencias no están en el argumento, los hechos son siempre los mismos, pero varía, por ejemplo la banda sonora, el escenario, las palabras, todo según el lente con el que se enfoque el acontecimiento.
¿Optimismo ocasional e inspirador? ¿Autoayuda en capsulas para los malos momentos?
No. Practicidad y convicción. La primera porque todo se reduce a una elección básica (comedia, tragedia) y la segunda porque estoy absolutamente convencida de que la realidad no existe, todo lo que tenemos son versiones, historias, filtros, lentes. Los hechos están ahí, pero siempre encriptados, siempre indescifrables, no importa cuánto creamos haber entendido una acción, no importa nuestra presencia en el escenario, porque al final todo lo que nos queda es una historia por contar, una que contaremos según el filtro que previamente hayamos elegido.
Yo hice una elección bajo las dos únicas premisas que considero invariables: No soy nadie y me voy a morir. Mi elección es contar, contar historias. Narrar mi versión, componer mi filtro, que me gustaría, fuera de aventura. Si, una hazaña épica, lanzarme a contar –a vivir- una de esas historias que ya nadie se atreve a  protagonizar, porque se dice que ya no hay grandes gestas, que ya todo está hecho o dicho, y bueno como reprocharnos si las redes sociales nos demuestran todo el tiempo que al parecer todo lo que nos queda es llover sobre mojado (siempre esas mismas frases, hechas cartas postales digitales o letreros de llamativo diseño, puestas en la boca de alguno de esos magníficos hombres o mujeres que fueron alguien, que no son nadie, frases que todo el mundo se pone a alabar en un coro de “¡me gusta!” y adquieren validez porque han sido dichas por algún pascual célebre, que puedo asegurarles la mayoría de las veces nunca dijo cosa tal). Yo me opongo y digo que hay otras historias por ser contadas, otras vidas para ser vividas, un millón de elecciones en un tiempo limitado (pero reinventable), yo digo que hay que dar un salto insolente y jugar el juego, y contar épicamente cada acción, cada hecho, ¿qué hay que perder, si de todas formas hemos de morir?


Bueno, pues bienvenidos a mi elección. Me tomo un buen tiempo tomarla, pero aquí está el relato de mi gesta diaria, mi riesgo, mi apuesta.  Vamos a ver por donde empezamos, porque este día, empezó hace ya muchos años…